21 sept 2016

LA ESPADA KABAYOMI - 4º PARTE




Gorosuke por fin ha llegado al templo Oniyama donde se encuentra custodiada la espada kabayomi. Allí a comprobado que los monjes Onmyojis realmente si que tienen algún tipo de habilidad especial y tras ser desarmado, le toca enfrentarse contra el mas poderoso de todos ellos.

Este capitulo y los que vienen estaran lleno sde acción y me gustaria saber si se entienden todas las acciones que describo o si la lectura de los movimientos se hace demasiado lenta y tediosa. Espero que me comenteis (alguna vez) y me hagais una critica sobre ese asunto que antes os he expuesto. 

LA ESPADA KABAYOMI - LOS SACERDOTES OMNYODO

Gorosuke analizó la situación con detenimiento. Atrás suya se encontraba un sacerdote que de alguna manera había logrado desarmarlo, acompañado de dos docenas de monjes que por ahora solo se limitaban a observar. Frente a sí, envuelto en llamas azules, se hallaba otro monje el cual había confesado ser el más fuerte del lugar. Miraba de reojo a uno y otro, tratando de analizar qué situación era la menos peligrosa de afrontar, pero lo cierto es que ahora mismo se encontraba desarmado así que solo encontró una opción posible.

Cargó en una salvaje carrera hacia el frente, hacia su espada, la cual brillaba entre las llamas que la rodeaban; sabía que una vez recuperase la espada y enfrentándose a los monjes sin subestimarlos como había hecho antes… el cambio de enfoque esta vez sí le llevaria a la victoria.

El monje pese a estar cerca de los sesenta años no tenía mala condición física y respondió a su decisión de enfrentarlo realizando unos kamaes (Posturas de artes marciales) con rápida e impoluta precisión, los cuales acabaron con las palmas de sus manos apuntando al invasor. Pero esto no lo hizo por intimidar, ya que pareció ser el preparativo para que de sus manos surgiera una enorme lengua de fuego azul, como si de un torrente de agua escupido por una manguera enorme se tratara. El Ronin actuó rápidamente y logró esquivarlo lanzándose a rodar a su derecha; pudo ver asombrado como la columna de llamas azules destruía el suelo al tomar contacto con él. Pero este manar de fuego no cesaba, e incluso aumentaba en potencia y grosor. El monje manipuló la llamarada y esta cambió de posición buscando incinerar el cuerpo de Gorosuke, el cual corría por el patio para evitar que le alcanzase.

Allá por donde la lengua de fuego pasaba, arrasaba el lugar, dejando un surco de arena incandescente, y este se movía rápido, más rápido que el enorme guerrero, el cual podía sentir el abrasador calor cada vez más cerca, escuchaba el estruendoso quebrar del pavimento y el chispear de las llamas clamando por consumir su carne. Gorosuke sabía que no podría huir de el eternamente. Cuando estuvo a punto de ser alcanzado saltó con fuerza para tratar de ocultar su cuerpo tras una enorme lámpara de roca. No estaba cerca, pero gracias a que al caer su cuerpo se deslizó por la arena y que pudo arrastrarse el último tramo agarrando la base de piedra de esta para impulsarse, pudo ponerse a cubierto a tiempo.

Las llamas no cesaron, incluso aumentaron a medida que el sacerdote se acercaba caminando lentamente a la posición del asaltante. Desde la posición de Gorosuke, agazapado tras una columna de piedra, solo se podía ver un frenético infierno de llamas que rápidamente consumieron los alrededores; el pasto pasó a convertirse en tierra muerta y la tierra muerta en una masa rojiza de fuego puro. La linterna de roca cambió su color a naranja debido al calor extremo y, la parte frontal de está y sus laterales comenzaron a fundirse. Era imposible respirar en esa situación ya que el aire se había convertido en puro fuego. La piel se abrasaba y cada vez que buscaba refugió pegando su espalda en la columna de piedra esta le quemaba aún más que el aire. 

- ¿QUE DEMONIOS ES ESTO? – Gritó desesperado y el interior de su boca se quemó a causa del aire ardiendo. - ¿Qué clase de truco es? No he visto nada semejante en mi vida, es el mismísimo infierno en la tierra. – La situación era extrema, la furia de las llamas no le dejaban pensar con claridad. – Si no salgo de aquí ya me va a cocinar vivo.

Buscó entre sus pertenencias por la calabaza de agua que previamente había llenado en la fuente de purificación y se la llevó a la boca para saciar su sed y calmar la quemazón que sufría en la lengua y el cielo de la boca producida por el aire hirviendo. Mientras el fuego azotaba los laterales de la lámpara de roca como un furioso vendaval de llamas, Gorosuke bebía de su calabaza y repentinamente se dio cuenta de algo; Con los carillos llenos de agua miró al fuego, miró a la botella y volvió a mirar al fuego…

- ¡Soy un estúpido!  

Sacó la botella de la boca y empapó las mangas de su kimono con el agua. Con las manos metidas por dentro de las húmedas mangas empujó la enorme figura de piedra con su brutal fuerza. El agua de su kimono inmediatamente comenzó a evaporarse y no tardaría nada en desaparecer y provocar que Gorosuke probase el doloroso tacto de la ardiente roca. Pero la fuerza del gigante era inhumana, y empujar aquel mazacote de pura roca no le suponía mas problema del que le supondría a cualquier hombre adulto empujar a un niño de cinco años, así que, empujando en carrera la linterna de roca llegaría pronto hacia la fuente de todo ese fuego, el Sacerdote de dos estrellas.

El monje Wadatsuni pronto se dio cuenta de que si no cambiaba de estrategia el enorme ronin acabaría alcanzándolo, así que cesó en su empuño de lanzar llamas y acercó su mano a un fuego fatuo que deambulaba por encima de su cabeza y este reaccionó persiguiéndola. Con un elegante gesto de su mano, el cual imitó en su trayectoria la bola de fuego, arrojó sutilmente desde abajo el azulado orbe y este acabó impactando en la lámpara de piedra, tal y como tenía planeado el sacerdote Wadatsuni.

Justo cuando el sacerdote cesó en su empeño de expulsar llamas, Gorosuke aprovechó ese instante para salir de su escondrijo y encararlo en una carrera. Cuando esto ocurrió, justo cuando se separó del farol, el fuego fatuo impactó en su objetivo provocando una ligera explosión flamígera, pero lo suficientemente potente para destruir la escultura de roca y mandar a rodar al guerrero un par de pasos con bastantes quemaduras y un molesto zumbido en su oído; aunque de haber estado más cerca de la estatua posiblemente habría quedado hecho pedazos.

Gorosuke agarró dos pedazos del farol, dos piedras tan grandes como su enorme mano pudo abarcar y, aunque muy aturdido, retomó la carrera hacia el monje, el cual estaba sorprendido y fascinado por lo duro de matar que estaba resultando ser su rival.

- ¡Yo sé el misterio que hay tras tus trucos monje! – le gritó para provocarlo y comprar algo de tiempo. – Lanzas chorros de queroseno en llamas con una manguera oculta y haces creer que es magia. Un idiota podría caer en esos trucos baratos, pero yo no ¡Monje de mierda!

Todos los fuegos fatuos que rodeaban al monje se posicionaron frente a él, y este, tras adoptar una posición combativa, golpeó a dos con finos y rápidos puñetazos, siguió el movimiento con un giro sobre sí mismo para coger impulso y patear con la planta de su pie a una tercera bola de fuego. Todos esos fuegos destellaron con un fulgor blanquecino al salir disparados con los impactos; se dirigían contra Gorosuke al igual que él se dirigía contra ellos. Apretó las piedras que cargaba en sus manos y tras un grito para aunar fuerzas, las arrojó contra los ígneos proyectiles con gran puntería. Estas impactaron en sus objetivos y una después de la otra explotaron a mitad del aire con un vistoso e impresionante fulgor, pero el tercer proyectil atravesó el fuego y polvo  que desprendieron estas al estallar e impactó justo frente a Gorosuke, generando una fuerte explosión de fuego que el Ronin trató de evitar saltando por encima mientras cubría su cuerpo encogiéndose cuanto pudo; gracias a esto salvó su piel de gran parte de las quemaduras, pero no así su armadura la cual prendió en llamas, además, la fuerza de la explosión lo desestabilizó en el aire, lo cual provocó que cayera al suelo con una fuerte contusión. 

Gorosuke rodaba en el suelo tratando de apagar las llamas que devoraban su armadura y quemaban su piel, a la misma vez que intentaba arrancar los correajes que lo ataban a esta misma, para deshacerse de ella antes de que ella se deshiciera de él.

El sacerdote Matsushita, aquel que había tomado el voto de silencio y desarmó previamente a Gorosuke, sonrió al ver la patética figura del gigantesco invasor retorciéndose en el suelo mientras ardía, le provocó cierta satisfacción ya que había visto con sus propios ojos como humillaba a los monjes del templo, así que pensó que esto se trataba sin ninguna duda de “Karma”. Decidió acabar con aquella pantomima pero al dar su primer paso en dirección a su enemigo, el sacerdote Wadatsuni, el cual era su superior, se lo prohibió con un gesto de mano.

- ¿Dices que todo esto son trucos? ¿Qué los monjes Onmyojis somos… falsos? – Los fuegos fatuos danzaban sobre Wadatsuni mientras este pretendía darle una lección al invasor antes de que muriese abrasado. – Tu error ha sido ser demasiado ignorante por no conocer nada sobre el enemigo al que pretendías enfrentar, o demasiado estúpido por no creer en los poderes del Sintoísmo.

- Nosotros, los Monjes onmyoji hemos existido desde hace siglos. – Continuó con su discurso tras una breve pausa. – A diferencia de ti, nosotros podemos ver, oír, hablar e interactuar con los “Kai” (Entidades paranormales, ya sean “yure” fantasmas de los muertos, “Youkai” monstruos y encarnaciones o “Kami” Espíritus y dioses) 

- Durante generaciones, las buenas gentes de shinto han acudido a nosotros para que eliminemos a Kais malvados, para ponerlos en calma cuando alguien los ha hecho enfadar o para ayudarlos cuando una maldición los posee, y esto no sería posible si no poseyéramos estos increíbles dones que tú tan estúpidamente llamas trucos…

- Por supuesto que un humano no puede expulsar llamas de su cuerpo, eso es irracional, las habilidades de un sacerdote se limitan a los Kais: sellarlos, lastimarlos, eliminarlos, convocarlos y controlarlos mediante las oraciones y los Ofuda (cartas rectangulares con oraciones y símbolos grabados en ellas, también conocidos como sellos). Nuestros poderes solo se limitan al espectro espiritual, generalmente no podrían dañar a un humano de ninguna manera, aunque hay excepciones...

- Te preguntaras entonces como es que estas en el suelo retorciéndote de dolor a causa de unas llamas salidas de la nada. – Wadatsuni realmente estaba disfrutando el sermón mientras observaba como el profano invasor moría lentamente. – Para ayudarnos con los combates contra los Kais, y contra algún humano que se lo merezca como tú, contamos con la ayuda de nuestros compañeros Shikigamis, Kais que firman un contrato de servidumbre con un monje, en el cual ambas partes se ven beneficiadas. Sus poderes se ven incrementados y el monje obtiene algunos atributos y habilidades de este.

- Mi shikigami se llama “Sogenbi” y me ha otorgado el poder controlar el queroseno en llamas. – Junto a Wadatsuni, flotando a su espalda se encontraba en todo momento una enorme cabeza de un monje envuelta en llamas azules, pero este, al igual que todos los demás espíritus que habitaban el templo, solo eran visibles para aquellos que tengan la capacidad de hacerlo. Cuenta la leyenda que Sogenbi es el alma en pena de un monje que fue maldito a arder eternamente por robar queroseno de un templo.

- Usee… (Es una forma contraída de decir “urusee” cállate). - Gorosuke al fin logró quitarse la armadura aún en llamas, y a duras penas se logró poner de pie. Tenía todo el cuerpo cubierto de pequeñas quemaduras y el dolor era insoportable en cada centímetro de su piel. Su razón le decía que huyera de allí, que pidiera perdón y que se largara de allí rápidamente, conservar la vida si es que pudiera sobrevivir a esas quemaduras. – Perapera perapera perapera… (Es la forma de decir “bla bla bla” en japonés) ¿Así es como tienes planeado matarme? ¿De aburrimiento? El único dolor que me resulta insoportable ahora mismo es el de los oídos al escucharte hablar. – Se fortaba el oído a la vez que escupió en el suelo. La razón le insistía en que no era un combate que pudiera ganar… - Ese es el estilo de combate de los monjes, sermonear hasta la muerte. Es hora de que sea yo el que te dé una lección Kuso Bozu (monje de mierda) ¡Voy a mostrarte como luchan los guerreros! - … pero él nunca atendía a razones, se regía por sus instintos, instintos de furia descontrolada mayormente.

Inició una nueva frenética carrera contra el monje, pero esta vez eran pocos metros los que lo separaban y con un grito salvaje arrojó su yoroi (armadura samurái) al desprevenido sacerdote Omnyoji, el cual solo pudo reaccionar lanzándole fuertes chorros de llamas, sin darse cuenta de que al tener la armadura tan cerca de si, la flama chocaba contra ella y no daba lugar a expandirse, creando así una perfecta pantalla para que Gorosuke pudiera recortar distancias entre ambos.

Para cuando pudo reaccionar ya era demasiado tarde, y el corpulento ronin había saltado para protegerse tras el yoroi, empujándolo con fuerza y chocando contra el monje, el cual no pudo resistir el impacto y cayó de espaldas. Por otro lado gorosuke aterrizo en las llamas que envolvían su espada, pero lo hizo encima de su armadura y gracias a su peso, al caer al suelo, el aire despedido apagó el fuego más cercano creando una pequeña área redonda de seguridad a su alrededor, incluyendo esta a su tan ansiada katana. Se incorporó y rodeó con mano el mango de esta.  

El sacerdote desde el suelo donde llegó a caer, contempló una intimidante imagen de un enorme y fuerte guerrero; Imponente e imparable; En la oscuridad de la noche no podía verse otra cosa que lo que el fuego alumbraba, y dentro de este, la enorme figura de un furioso guerrero irguiéndose para seguir el combate; Las llamas que le rodeaban y quemaban, no hacían más que ensalzar su poder, demostrando que no temía a nada, que era capaz de caminar por el fuego para conseguir sus propósitos; La luz acentuaba los músculos de su torso, ahora al descubierto sin el Yoroi; El brillo en sus ojos llenos de ira parecían estar prendidos en el mismo fuego. Era la mismísima imagen de un aterrador Oni (Ogro o demonio).

- OI BOZU… No te molestes en rezar. – La voz de Gorosuke era fuerte y rotunda, llena de ira pero segura de sí misma. No existe ningún dios que te perdone, y yo… - Apretó el mango e su espada y la levantó del suelo donde estaba clavada. - ¡IURUSAI NAI! (No te perdonare). Gritó con toda la furia que le quedaba en el cuerpo y tal fue la fuerza de su voz que las llamas que separaban a Gorosuke del sacerdote se apagaron. Un escalofrío recorrió la medula espinal de Wadatsuni, sabía que aquel grito era el de un shinigami (Dios de la muerte) que venía a reclamar su alma.

- ITAAAAAI (Dueleeee) – Gorosuke arrojó al aire la incandescente espada y dejó de lado el combate para soplarse la palma de las manos, enrojecidas por las quemaduras del mango de la katana, la cual había pasado demasiado tiempo en el fuego y se había calentado. Sacudía sus manos para enfriarlas mientras daba saltos cortos alternando pies. Todos los sacerdotes del templo quedaron perplejos ante el drástico cambio de ambiente que se había dado y olvidaron que Gorosuke era un formidable rival para recordar que era un patán bocazas.

La espada volvió a su poder tras caer y este la combinaba de mano en mano para no exponer su ardiente tacto más tiempo del debido en ninguna de estas. La bufonada de este provocó que el monje recobrara el valor y este se levantó rápidamente pensando retroceder y agruparse con el resto de monjes.

El guerrero arrojó de nuevo la katana al aire por lo alto, pero esta vez en dirección al monje; había pensado una mejor forma de hacer llegar la espada hacia allí sin tener que sujetarla con sus doloridas manos. Emprendió una fuerte carrera y cuando estuvo a la altura de la espada, la cual giraba sin control por el aire, saltó con fuerza y atinó a agarrarla el mango.

- ¡Morattaaa! (Te tengo).

Wadatsuni giró bruscamente canalizando una llamarada en su mano con la que acabar con su rival de una vez por todas, pero este, aun en el aire agarró la espada aún incandescente, tanto que al agarrarla se escuchó un chispeo similar al de la carne friéndose; trató de soportar el dolor y sujetar firme la espada pero su cara delataba que no aguantaría mucho tiempo. 

- ¡Moero! (Quémate). 

El monje mientras giraba extendió la mano apuntando a la cara de Gorosuke, pero justo cuando iba a liberar el fuego vio como una veloz estela anaranjada descendente pasaba entre sus dedos cercenando índice y pulgar; cortaba profundamente su cara, llegando a arañar el hueso de su mandíbula y finalmente, rasgaba su pecho y parte de su abdomen haciendo brotar la sangre en abundantes cantidades. Era la espada incandescente de Gorosuke, proporcionándole un golpe que no fue mortal por apenas un par de centímetros, aunque tras el fatal ataque no tuvo más remedio que dejar caer su arma para no perder los dedos de la mano debido a las graves quemaduras.

El intenso dolor del corte provocó que el monje retrasara el lanzamiento de su llama un pequeño instante, siquiera tan corto como para que nadie lo confundiera con una queja de dolor, pero el suficiente para que al samurái le diese tiempo a plantar los pies en el suelo y doblar su cadera para agacharse y apartar la cara de la trayectoria del proyectil flamígero. Gorosuke era un experto guerrero, y aunque su especialidad eran las armas, también se podía luchar a buen nivel a manos desnudas, o al menos, a mejor nivel que Wadatsumi. Así pues reaccionó dándole un manotazo para desviar su peligrosa mano-escupe fuego y aprovechó todo el peso de su gigantesco cuerpo para propinarle un codazo en la boca del estómago. No fue un codazo cualquiera, fue el codazo de un hombre que le sacaba una cabeza de altura a un hombre promedio, así de corpulento era Gorosuke, y así de fuerte fue el codazo que se clavó en la barriga del monje, dañando órganos internos, haciéndole perder la consciencia momentáneamente y enviándolo a volar a casi dos pasos de distancia.

Pese a las heridas casi mortales producidas por el tajo de la espada incandescente, los daños en el cuerpo de Gorosuke eran aún mayores, de haberse tratado de un hombre corriente, este con total seguridad no sería capaz de moverse por la intensa quemazón en casi todo su cuerpo. Las manos le ardían como si estuviesen siendo devoradas por un sinfín de hormigas carnívoras, pero debía seguir luchando, no podía rendirse al dolor si quería conseguir esa espada, aunque en su interior él sabía que ya lo que menos importaba era la espada, ahora todo su ser clamaba por matar al sacerdote que le había producido aquellas numerosas quemaduras y desfigurado su cuerpo. 

Para poder agarrar la espada sin sentir su abrasador tacto, solo se le ocurrió la idea de amasar un buen montón de tierra y aplastar con este el mango de la katana entre sus manos. De esta manera no tendría un agarre firme, pero al enfrentarse a un enemigo sin arma ni armadura, la espada no iba a chocar contra nada que le hiciese desprenderse.

- OE… Kuso Bozu… - Se levantó del suelo con la espada mal sujeta entre las manos. Pese a toda su furia, le habló calmadamente. – Desde que recuerdo siempre he escuchado que un tal Fukumatsu Meiji, un monje sintoísta como vosotros, es la indudable persona más fuerte del mundo… ¿está ese tipo aquí también?

En shihón se dice que existen tres grandes certezas: Amanece cuando sale el sol, no hay nada más grande que el océano y Fukumatsu Meiji es la persona más fuerte del mundo. Este es un proverbio que ha ido contándose de generación en generación durante mil años; Antes que eso, el verso final era “Lo único cierto es la muerte” pero tras el nacimiento de Fukumatsu Meiji este proverbio cambió ya que de alguna manera el si había conseguido evitar la muerte ganándose el apodo de “El inmortal”. Habladurías del pueblo dicen que es tan poderoso que hasta los shinigamis (dioses de la muerte) le temen y nadie puede reclamar su alma, por lo que vivirá eternamente.

- ¡Blasfemo! – El monje tendría la boca inundada de sangre de no ser por que esta se filtraba a borbotones por la raja que tenía en su mandíbula. Le dolía mucho hablar, pero no pensaba tolerar tal insolencia. - ¡Jamás nadie ha dudado del abrumador poder del gran sumo sacerdote! y tu… un canalla sin escrúpulos… que apenas puede mantener un combate contra un sacerdote de dos estrellas… ¿pretendes desafiar al gran sumo sacerdote?

- ¡Urusai! (cállate) Solo te he preguntado si se encuentra aquí. Responde sí o no maldito monje.

- No… él se encuentra en el templo central Onmyodo. – El sacerdote aprovechó para levantarse, ya que antes se encontraba demasiado débil a causa del codazo. - Junto con él se encuentran varias docenas de sacerdotes onmyoji de una estrella, media decena de sacerdotes de dos estrellas y los dos poderosísimos sumo sacerdotes de 3 estrellas. – Wadatsumi sonrió pensando en la inconmensurable diferencia de poder que existía entre el bastardo invasor y el gran sumo sacerdote. – Ni en tus más salvajes sueños podrías siquiera acercarte a él.

- Ya veremos si piensas lo mismo cuando tenga en mis manos la espada Kabayomi.

Gorosuke se lanzó a por su enemigo para asestarle el golpe de gracia, pero como era de esperar su rival no se quedó de brazos cruzados y le respondió con dos bolas de fuego, las cuales la primera pudo esquivar haciéndose a un lado del camino y la segunda, viéndolo imposible decidió partirla con la espada de un fuerte golpe. El resultado no le fue satisfactorio ya que obtuvo una gran explosión a apenas un paso de distancia que lo catapulto hacia atrás, mas lejos de lo que llegaría de un salto, pero Gorosuke, en un último esfuerzo aunó toda la energía que le faltaba para que sus pies se aferraran firmes al suelo y detuvo el retroceso de su cuerpo marcando un par de surcos en la tierra. La espada, tal y como supuso, al recibir ese brutal impacto estuvo a punto de escapársele de las manos, aunque con su enorme fuerza sobrehumana apretó firmemente el agarre, sin poder evitar que mucha de la tierra que le hacia la vez de aislante térmico se perdiera y sus manos comenzaran a quemarse.

Deslumbrado por el fogonazo, medio sordo por la explosión y gravemente herido, el colosal guerrero emprendió una nueva carrera hacia el sacerdote piromante, el cual no salía de su asombro al comprobar que sin importar cuantas heridas tuviera y como de quemada estuviera su piel, este seguía y seguía persistiendo en luchar.

Sabiendo que ya nada detendría al invasor para llegar hasta el, decidió probar otra estrategia. Dando una palmada al frente se formó un pequeño tornado de fuego, el doble de alto que una persona normal. En las palmas de sus manos se generaron dos bolas de fuego y con estas apuntó a cada lado del remolino.

- Ese hombre es más ágil de lo que parece. – Wadatsuni se había dado cuenta tarde de que había subestimado a su rival, pese a ser alguien sin poder espiritual podía luchar a la par contra un Sacerdote de dos estrellas. – Si lo ataco de frente podría esquivar mis ataques, he de limitar sus opciones enfrentarme a dos. – Miro a cada lado, y comprobó que sus manos apuntaban al lugar correcto. – Izquierda o derecha.

De entre las llamas del tornado emergió una gran sombra, como un demonio escapando de las llamas del infierno. Emitiendo un grito que más pudiera asemejarse al rugido de un monstruo feroz, Gorotsuke eligió la ruta más rápida y dolorosa, atravesar el remolino de fuego. Nada podía detenerlo, era imparable, y por un momento la mente del sacerdote colapsó de terror. A mitad del salto, su cuerpo estaba envuelto en llamas, como si el fuego se negara a dejarlo marchar, brotes de fuego le arrancaban la piel acariciándolo con sus ardientes dedos; aquella imagen era más digna de una pesadilla.

Wadatsuni no pudo hacer nada, no supo reaccionar a tiempo, se vio superado por la situación y la ardiente espada de su enemigo le atravesó el pecho, quemando su carne, hasta asomar por su espalda. Había perdido, ya no podría seguir defendiendo el lugar que había sido su hogar por medio siglo… pero había una cosa que aún si podía hacer… Si pudiera hacer un último esfuerzo y hacer explotar las bolas de fuego  de sus manos, con total seguridad la explosión se llevaría la vida de ambos y al menos ese combate no habría sido en vano.

A duras penas y con fuertes temblores, Wadatsuni acerco ambas las manos para hacerlas explotar, pero justo antes de estas se tocaran la una con la otra, Gorosuke le plantó el pie en el estómago y le empujó de una patada, para desincrustarlo de su katana. Las bolas de fuego que agarraba en sus manos salieron disparadas hacia atrás, hacia donde sus compañeros monjes estaban observando y, tumbado en el suelo casi sin vida, pudo ver gracias a la luz que las explosiones ocasionaron, las caras de horror de los que habían sido sus amigos desde hacía tanto tiempo.

- ¿Doushite? (¿Por qué?). – Wadatsuni trató de incorporarse, pero apenas tenía fuerzas para ello, había perdido demasiada sangre y su voz sonaba débil y quebrada. - ¿Por qué te esfuerzas tanto en conseguir esa espada…? – Cayó de espaldas, pero trató de levantarse de nuevo. – Esa espada… esa espada esta maldita… En ella está sellada un rey Oni que devastó el territorio hace 400 años… el mismísimo Fukumatsu Meiji-Dono lo encerró ahí… - Las fuerzas le abandonaron y quedó inmóvil en el suelo. - ¿Por qué tu… quieres liberarlo? ¿¡Por qué quieres traer la miseria de nuevo a nuestra tierra!?

- Omoshiroi (Que interesante). - Gorosuke sonreía de felicidad y su moribundo rival no entendía la razón. – Yo no creo en esos cuentos infantiles bakayarou (Imbécil), solo quería esa espada para hacerme con renombre, no sabía que esa espada era especial para Meiji… - Rió tan fuerte como pudo y su risa hizo eco por todo el templo. Los monjes que se escondían agazapados en la silenciosa oscuridad realmente tuvieron miedo al escucharla, como si el mismísimo rey oni riera celebrando su nueva venida. – Ahora deseo esa espada más que nunca; Ensartaré a ese cabrón arrogante con su propia espada y reclamaré el título del hombre más fuerte de Shihon.

 - ¡FUZAKENNA! (No me jodas) – El monje estalló con más furia de la que jamás había sentido en sus casi 60 años de vida, abrió los ojos de rabia y lágrimas de odio surgieron de estos. No podía creer que el maldito ronin quisiera poner en peligro a toda una región por un motivo tan egoísta y estúpido.

El sacerdote estaba inmóvil en el suelo y le quedaban pocos minutos de vida, pero ese estallido de ira provocó que su también moribundo Shikigami recobrara temporalmente la energía; y no solo eso, sino que ese repentino descontrol en sus emociones le dio un poder de karma negativo que jamás había tenido desde que era el shikigami de Wadatsuni. Esto avivó una llama en él de enorme poder calorífico. La enorme cabeza flotante cambió el color de las llamas que lo rodeaban de azul a naranja; se llenó los carrillos cuanto pudo de queroseno y lo escupió con rabia contra Gorosuke.

Este no podía ver al sogenbi, ni a ningún otro ser paranormal, pero sí pudo ver el fuego generándose cuando abrió la boca para escupir y, por puro acto reflejo Gorosuke lanzo una estocada en su dirección. Fuego y acero se encontraron en una lucha de resistencia. El sogenbi lanzaba un concentrado haz de fuego anaranjado mucho más ardiente que cualquier otro fuego que pudiera lanzar y con tanta presión que incluso hacia retroceder al robusto brazo del gigante. La punta de la espada se acercaba cada vez más a la boca del espíritu mientras disparaba un aluvión de llameantes chispas, más fuertes que si se estuviera pasando por la rueda de un afilador. El acero de la espada, roja como el corazón de un volcán, comenzó a derretirse desde la punta según se acercaba a la cabeza ardiente; trozo a trozo la hoja iba cayendo al suelo como si de un candil de cera calentado al fuego se tratara. Al sogenbi no le quedaban ya más energías, no podía estar lanzando fuego eternamente, pero no quería parar hasta haber acabado con el hombre que tanto odio había despertado en su amo.

La hoja de la katana fue consumida por completo, así que sin ese escudo improvisado, la llamarada se propagó por su brazo izquierdo; el sogenbi apenas pudo aguantar un segundo antes de desaparecer exhausto pero ese corto periodo de tiempo le bastó para herir seriamente a su rival. La gran hombrera que protegía su hombro izquierdo cayó al suelo hecha jirones; el brazo de Gorosuke estaba negro cual tizón, carbonizado y agrietado, no quedaba nada de su piel y sus músculos ya no lucían como algo parecido a carne. Ese brazo había quedado inservible ya de por vida, y si no se daba prisa en cercenarlo la infección podría acabar tomando su vida.

- ITAAAAAAAA (Forma contraída de “Duele) ITAI, ITAI, ITAAAAIIIIII. – Agarraba la muñeca de su brazo muerto con su mano diestra mientras intentaba hacer que al menos uno de sus dedos se moviera, para tener la esperanza de que su brazo no estaba muerto.
Los monjes se apresuraron para salvar a su líder, creyendo que Gorosuke ya no suponía amenaza alguna al estar tan herido que era inexplicable que aún siquiera en pie. El invasor se vio superado en número y dada su pésima condición, decidió que lo más inteligente era una retirada, así que huyó ocultándose en las sombras que ofrecía el templo iluminado a medias.

- Per… perseguidlo… - Al sacerdote Wadatsuni apenas le salían las palabras, tenía un pulmón perforado y la mandíbula rota, cada palabra que pronunciaba era un sufrimiento. Los demás monjes lo rodearon y trataron de levantarlo.

- Llevémoslo a la cámara mayor, allí podremos tratarlo si la diosa Kannon (Diosa de la misericordia) se apiada de él. – Decían mientras levantaban su cuerpo inmóvil.

- N-no… NO. - El maltrecho sacerdote intentaba zafarse del agarre de sus compañeros. – Al… al salón… de la espada Kabayomi… tenemos que… - El dolor que estaba sufriendo era algo evidente, hablaba lento, flojo y pausado, quejándose de cada palabra, pero era su deber dar las ordenes aun en esas condiciones. – Tenemos que… proteger la espada. Dad la alarma… reunid a los doce.

Los monjes comenzaron a moverse, cada uno en una dirección para buscar al resto de sacerdotes Onmyojis y a los sanadores para intentar salvar la vida del sacerdote mayor. Con pequeños martillos aporreaban placas de madera de forma estruendosa para dar la alarma en todo el templo; otros monjes lejanos imitaron el gesto y pronto la alarma resonaba fuerte por cada edificio del conclave de manera que hasta el último monje sabía que debía estar alerta. Wadatsuni agarró la manga del monje Matsushita, aquél que había tomado un voto de silencio.

- Búscalo… debes eliminarlo… pero… no lo subestimes… es… muy peligroso… - El sacerdote de dos estrellas había pagado el precio de subestimar a un guerrero que pese a parecer estúpido y bravucón era muy experimentado y contaba con demasiados trucos, no quería que Matsushita pagara por lo mismo. – Si alcanza la espada… su karma negativo… tiene tanto karma negativo que… liberaría al rey oni.

Matsushita asintió muy preocupado por las palabras de su superior y fue en su busca.

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